sábado, 16 de agosto de 2014

Todos los años fueron buenos. Un cuento de año Nuevo.

Sí. Todos los años fueron buenos, también aquel verano del '52. La tierra se rajaba por el calor. Chan y yo saltábamos las grietas del suelo seco con un pie, mientras manteníamos la otra pierna doblada hacia atrás. Tal como se paran los teros. Desde las vetas de la tierra salía lava caliente, nosotras las esquivábamos. Era un juego hermoso; yo me sentía libre. El aire caluroso me producía ardor en los pómulos. Mis labios se volvieron rojos, quemados por el ardiente sol. Así, una siesta regresó Zabaleta Orue, madre ya estaba más serena, padre lo recibió de buen talante. Sin explicaciones se preparó mi viaje para aquí, y desde ese momento jamás volví. Con el tiempo entendí. No creo que haya sido fácil ser Gertrudis. La capital me recibió bien dispuesta. Zabaleta me tuvo paciencia. También yo la tuve. Me llevaba treinta años. Puedo decir que era un gentilhombre. Conocí gracias a él todo el refinamiento de la ciudad. A poco de arribar me volví furba (palabra que utilizaba la abuela), nunca supe, a decir verdad, el significado, pero creo que significa ser intuitivo. Entonces, me escapaba mientras Zabaleta Oruè trabajaba. Así conocí a Liberata, nos encontrábamos en la plaza Las Heras. Ella tenía modos encantadores, frágiles y sutiles. Yo le contaba la historia de la familia, ella la interpretaba con fino talento de psicóloga. Nunca reconoció su profesión. No me importó. Lo presentí desde el principio. Por las preguntas que me realizaba. Y porque soy furba. Zabaleta decía que Liberata estaba loca. Yo reía porque el dejaba su cuidado acartonamiento y ponía cara de loco. Una tarde lluviosa y con bruma, nos citamos en el Café de Artistas; Liberata, circunspecta y con voz ronca me contó que La Hacienda había sido expropiada, madre recibió un buen dinero por ello. Al tiempo viajó al norte de Italia y dijo no pensaba volver, padre falleció a los pocos días de su partida. Liberata, actuando como terapeuta, confirmó mi sospecha, ella todo el tiempo me había analizado por iniciativa de Zabaleta. Así intentó relatarme un secreto que Zabaleta creía tener bien guardado. Yo lo sabía. De inmediato con una sonrisa diplomática se lo impedí. Nuca dudé; al principio me extrañaba que sus choferes fueran siempre jóvenes bellos; una mañana lo vi mientras hablaba bajito con uno de ellos. No me pareció oportuno interrumpirlos. Creo que en la cancillería lo sabían y entonces pensé, por qué tendría yo que alarmarme. Siempre dormimos en habitaciones separadas. En cambio yo nunca me sentí tan amada y halagada. Bien, no estamos aquí para que ustedes escuchen mi historia. Brindemos que este fue un buen año. También lo será el próximo. Que las burbujas se eleven y miremos hacia el cielo. La noche es magnifica. Quiero decirles que fueron excelentes invitados. La cena estuvo amena. Alcemos las copas. ¡A vuestra salud! ¡Feliz año nuevo! ¡En el 2016 se cumplirán todos tus deseos! 

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